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Reflection on the Gospel – Thursday, July 10, 2025
Querido amigo/a:
¡Qué belleza la del relato de hoy del Génesis! José al revelar su identidad ante sus hermanos que lo habían traicionado, no actúa con venganza, a pesar de ser un hombre poderoso en la corte del faraón. Le hubiera bastado dar una sencilla orden para acabar con la vida de sus hermanos homicidas. Pero no se dejó arrastrar por el odio, sino por el perdón. Y no solo eso, se considera instrumento de Dios para que sus hermanos se arrepientan de su conducta y se conviertan: “para salvación me envió Dios delante de vosotros”. Una vez más vemos cómo el poder del amor es mucho más potente y eficaz que el del odio.
Con frecuencia arrastramos heridas en el corazón, conflictos y desencuentros del pasado que no hemos reconciliado, y que nos siguen hiriendo a pesar del transcurso de los años. No es verdad que el tiempo lo cure todo. El tiempo es condición de posibilidad, pero no basta, son necesarias las acciones internas que mueven al corazón a perdonar. Es necesario buscar la posibilidad para mostrar, en cuanto te sea posible, que tu corazón ha perdonado, aunque tu enemigo no te lo pida. El perdón interno ya es una liberación para ti, y si llega a tu ofensor, también para él. Meditar estas actitudes que vemos en los personajes de la Biblia nos pueden animar a dar el paso, como hizo José con sus hermanos.
El Evangelio nos habla de practicar la gratuidad, sin esperar nada a cambio: “lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”. Este mensaje de Jesús sigue chocando contra la imperante mentalidad mercantilista donde todo tiene un precio. Se nos cuela la falsa creencia de que dar gratis es de tontos y que lo gratuito no tiene valor por ser gratuito. Sin embargo, las realidades más valiosas de nuestra existencia como el amor, la salud, la amistad, la felicidad o la propia vida, no se pueden comprar ni vender. Se compran y venden sucedáneos de estas realidades, pero no las auténticas. Lo más valioso se nos ha dado gratuitamente, como un regalo.
Jesús nos invita a dar nuestra vida como donación, a no medir en nuestra entrega y, si no somos reconocidos ni valorados, no olvidemos sus palabras de hoy: “si la casa se lo merece, la paz que le deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros”.
Vuestro hermano en la fe.